Los dioses submarinos de las Miríadas eran tan reales como las costas y las corrientes, y tan despiadados como los vientos y los remolinos. Entonces un día se alzaron y se destruyeron unos a otros, lo que provocó la muerte de cientos de isleños y cambió el archipielago para siempre.
Por las agitadas calles de una ciudad hacen vida Hark y su mejor amigo Jelt.