Antes de convertirse en el centro del narcotráfico latinoamericano, la ciudad colombiana de Medellín era famosa por ser una historia exitosa de industrialización, un lugar donde los aranceles proteccionistas habían creado un “paraíso capitalista”. En la década de 1960, los industriales textiles de la ciudad se presentaban como los arquitectos de una estabilidad social que se basaba en la piedad católica y en estrictas normas sexuales.