Allá se negaba todo: la nación no era otra cosa que una invención de los capitalistas; la patria, un instrumento de la burguesía destinado a explotar a la clase obrera; la autoridad de la ley, un medio de subyugar a el proletariado; la escuela, una institución para educar esclavos y también amos; la religión, un recurso para idiotizar a la masa predestinada a la explotación; la moral, signo de estúpida resignación, etc. Nada había pues, que no fuese arrojado en el lodo más inmundo.