En 1970, Jim Harrison tiene la edad con la que murió Cristo y lleva encima la cruz del alcoholismo y la depresión. Está cansado dar clases de Literatura a chavales pijos de la Costa Este, así que lee a Lorca y a Rimbaud como si la vida se le fuera en cada verso. Hasta que un día tiene un accidente en la montaña y se destroza la columna vertebral. Deberá guardar cama y no está claro que vuelva a caminar. Podría ser el final. O el principio.