La correspondencia de Freud en los tiempos de la Primera Guerra Mundial, conocida también como la Gran Guerra, permite discernir los efectos que esta le produjo, así como sus apuestas, inconsistencias y contradicciones, pues allí Freud se expone como sujeto dividido entre el horror y la condescendencia. Su encuentro con la conflagración aporta elementos para dilucidar las lógicas de la guerra y sus implicaciones subjetivas, a propósito de su entusiasmo bélico, la confrontación con el espectáculo de destrozo, la inhibición de la actividad, la vergüenza, la separación de los más cercanos, el final anticipado de la guerra y la abstención de juicio ante el retorno de “sus” combatientes.