En el presente artículo se examina la experiencia del sufrimiento humano indicando la actitud más adecuada para enfrentarlo. Se toma distancia de los intentos de hallar una explicación causal que permita superarlo o simplemente aminorar sus efectos en el conjunto de la vida. Al mirar esta experiencia a la luz de diversas expresiones artísticas, queremos resaltar el papel del arte para asumir el dolor como una puerta que nos abre a lo más interno de nosotros mismos y, con ello, del mundo. Esta puerta es, en efecto, una verdadera medicina mentis.