¿Qué sucede cuando lo que se busca ha estado sin embargo en el mismo lugar? ¿Existe la posibilidad de un mundo nuevo si el horror de Dios adviene en este tiempo? El presente texto intenta situar una imagen, un busto que muestre el campo vacío que lo sostiene, un Padre que se presente en la ominosa dermis de un prójimo siempre a punto de ser destruido. Para ello es necesario que las cosas en juego estén fundadas en nada.