El presente artículo reflexivo tuvo lugar en un escenario institucional que busca garantizar condiciones favorables para el desarrollo de la primera infancia, a través de la incorporación de procesos en el marco de la educación inicial, el cuidado y la nutrición a los niños y niñas menores de 5 años en el marco de la atención integral; teniendo presente éste contexto, las situaciones que me interpelaron desde mi hacer como psicóloga, en el cargo de profesional psicosocial, partieron, de la sensación de tener excesivas demandas por parte de los profesionales del CDI, maestras, coordinador y enfermera, con relación a la exigencia de presencia y acompañamiento a las familias a través de citaciones constantes ante cualquier eventualidad que demarcaba un problema con el niño o niña, situaciones que generaron en mí la sensación de desencuentro frente a las representaciones de la situación, lo que me llevó a pensar o explorar formas distintas de hacer relación con las familias, en un intento de reivindicar otra posición posible en éste contexto institucional, a partir de la pregunta ¿qué es posible hacer para que los padres asuman una posición de autoridad si están inscritos en una artificialidad institucional que los sanciona? En esta medida la reflexión partió de comprender el lugar que asume el Estado frente a las familias y cómo estos discursos hegemónicos van teniendo lugar en las dinámicas particulares de las familias y en los roles y prácticas asumidas por los profesionales del CDI, para permitir darle reverso en la medida en que se posibilita la meteorización del dispositivo.